Alguien dijo una vez que el futuro de la movilidad pasaría por coches híbridos o eléctricos, no por la vuelta a los coches de tracción animal. Pero el futuro es mucho más complejo que esa simple elección entre el tipo de tracción. Hablamos de nuevos materiales como el grafeno, con el que podemos fabricar baterías que en poco tiempo den 1.000km de autonomía a un vehículo; de sensores con los que planificar mejor los desplazamientos; de espacios de co-creación y co-innovación entre marcas supuestamente rivales en el mercado. El paradigma está cambiando y este año que termina ha sido rico en resultados y en hallazgos esperanzadores.
Como este, en el que SAP, Toyota, Volkswagen y Verifone cooperan para crear una plataforma «connected car» que ayude a los conductores a encontrar aparcamientos libres en las zonas donde se necesitan.
También ha habido avances en el uso de energías renovables, tanto para los propios vehículos, sobre todo en grandes flotas, como en la alimentación de los sistemas de comunicaciones que permiten conectar vehículos y gestionar el tráfico de forma eficiente.
Marcas como Ford están empeñadas en aprovechar la inmensa cantidad de datos disponibles en distintos dispositivos para hacer más eficiente energéticamente nuestra forma de conducir y desplazarnos, como explica en esta entrevista Carrie Majeske, directora de Integración de la Sostenibilidad de la marca a nivel global. Una de sus propuestas más interesantes se resume en esta frase: «Ahora tenemos más datos disponibles que nunca. Los datos medidos dentro de los vehículos y sobre los vehículos, y dentro de las operaciones y sobre las operaciones, son tales que no se pueden ignorar, y hay que empezar a usarlos».
Como es lógico, por el número y concentración de los desplazamientos, las ciudades son fundamentales para integrar esos big data y darles sentido. El fenómeno smart city, aún muy poco explotado, será una de las tendencias con más proyección, y aquellas capitales que queden al margen, estarán desaprovechando un recurso interesante. Si durante 2014 la tecnología smart city generó unos 8,8 millones de dólares al año en todo el mundo, se espera que la cifra supere los 27,5 millones en 2023, ya que las ciudades de todo el mundo adoptan estos recursos para cumplir con los objetivos de sostenibilidad, impulsar las economías locales y mejorar los servicios.
Y hablando de ciudades, la cooperación entre SolarCity y Honda ha sido noticia también este año. Estas compañías aportan 50 millones de dólares en la financiación de proyectos solares en edificios, ayudas que siguen a una primera hornada de 65 millones en 2013. Hasta la fecha, estos proyectos han conseguido generar energía solar suficiente para compensar más de 180.000 toneladas de dióxido de carbono durante un ciclo de vida de 30 años.
Y mientras, en España estamos en peligro de inclumplir los objetivos europeos en generación de energía de fuentes renovables, después de que 2014 fuera un año de retrocesos en ese sentido. A pesar de nuestra afortunada posición respecto al sol, la Agencia Europea del Medio Ambiente ve muy improbable que cumplamos el objetivo -fijado en 2007, y vinculante- de lograr que el 20% de nuestro consumo energético proceda de energías limpias en 2020.
Todo esto debe hacernos pensar en cómo desde nuestra capacidad (individual, corporativa, sectorial) tenemos la responsabilidad de hacer fuerza hacia un futuro sostenible para el que tenemos ya los conocimientos y la tecnología, pero para el que quizá nos falta convicción.