El sector textil es uno de los grandes contribuyentes al deterioro del entorno. Los principales impactos ambientales relacionados con esta industria tienen que ver con las aguas residuales que genera y en la carga química que las mismas contienen. Otros problemas importantes son el consumo de agua y energía, los malos olores, los residuos sólidos, los ruidos y la generación de emisiones atmosféricas.
Teniendo en cuenta todos estos aspectos negativos, en los últimos años se vienen desarrollando alternativas a las formas de producción convencionales para poder lograr productos textiles menos contaminantes. Greenpeace, a través de su campaña Detox, insta a las grandes compañías textiles que dejen de utilizar en sus prendas elementos químicos contaminantes que puedan tener efectos perjudiciales para la salud de la humanidad y de todo el planeta.
La organización enumera las once sustancias químicas prioritarias a eliminar de la industria textil antes de 2020: alquifenoles, por ser persistentes, bioacumulables y tóxicas (PBT) en los tejidos corporales; ftalatos, calificados como muy dañinos para la reproducción en mamíferos; retardantes de llama bromados y clorados, catalogados como «sustancias peligrosas prioritarias» según la legislación comunitaria; colorantes azoicos, prohibidos por la Unión Europea por liberar sustancias químicas; compuestos orgánicos de estaño, por persistir en el medio ambiente y posible afectación a los sistemas inmunológico y reproductivo; perfluorados (PFCs), por persistir también en el medio ambiente y acumularse en el tejido corporal a través de la cadena trófica (pudiendo causar daños en el hígado); clorobencenos, relacionados con afecciones al hígado, tiroides y sistema nervioso central; disolventes clorados, por considerarse sustancias que agotan la capa de ozono y que pueden persistir en el medio ambiente; clorofenoles, altamente tóxicos para los seres humanos y que pueden afectar a muchos órganos; y las parafinas cloradas de cadena corta (PCCC), altamente tóxicos para los organismos acuáticos, no se degradan fácilmente en el medio ambiente y tienen un alto potencial para acumularse en organismos vivos.
Varias empresas textiles se han sumado a esta iniciativa y se comprometen a eliminar estas sustancias en sus respectivas cadenas de suministro. Es el caso de las españolas Inditex y Mango, y otras marcas internacionales como Esprit, Levi’s y Benetton.
Concienciación ciudadana
El consumidor también ha evolucionado con los años, y empieza a interesarse por la composición de las prendas que viste. No sólo le importa si el artículo puede lavarse o no a mano, sino que quiere conocer el origen de la materia prima, de la hilatura, del tintado y de la fabricación del tejido para saber si el producto es respetuoso con el entorno y con las personas que lo han elaborado.
Si la etiqueta no lo pone fácil (a veces hay que descifrar su contenido), el ciudadano puede averiguar además si la empresa que ha confeccionado esa prenda posee alguna certificación o sello de calidad como «Made in Green by Oeko-Tex» (anteriormente conocida como Oeko-tex Standard 100), la etiqueta ecológica con mayor reputación a nivel mundial para determinar si las prendas textiles contienen sustancias nocivas. Actualmente, cuenta con más de 7.500 empresas certificadas en todo el mundo.