«Los milagros no existen frente a la crisis climática»
Así de contundente es Olivia Mandle (Barcelona, 2007), quien con sólo catorce años ya se ha propuesto conseguir que se prohíban por ley los delfinarios en España. Ella es la punta del iceberg de toda una generación que lucha porque haya un cambio de modelo en nuestra sociedad. Su lucha tendrá voz en nuestro próximo encuentro de Sustainable Brands Madrid el 26 de noviembre en el IESE. Previo al encuentro, Olivia habló con revista Ethic.
Miles de jóvenes activistas no cesaron en reclamar durante la COP26 acciones inmediatas para revertir la catástrofe ambiental. Sin embargo, consideran que esta cumbre fue una de las más excluyentes. ¿Qué opinas de los compromisos alcanzados en Glasgow?
Desafortunadamente, los dirigentes han hablado mucho, pero no han salido grandes acuerdos en esta edición. La inacción es absoluta. De hecho, ha sido la vigesimosexta edición y todavía se ha debatido lo mismo que en otras. Está claro que hay algo que no está bien si hay que hablar de lo mismo 26 veces y se llegan a acuerdos que no se cumplen, como el Acuerdo de París. Hay gente que quiere cambiar, que quiere luchar, y también hay países que sí que quieren un cambio. Pero aún así, se sigue sin hacer nada. Mucho hablar, pero pocos compromisos ambiciosos que realmente paren esta destrucción de nuestro planeta. Por esto es muy importante concienciar, cambiar nuestros pensamientos y nuestros hábitos. Hemos de actuar, de luchar por y para nuestro planeta, que es nuestra única y maravillosa casa. A mí me queda la esperanza de actuar desde lo individual; nosotros, nuestro círculo de familiares, amigos… También podemos cambiar las cosas: si dejamos de consumir petróleo y sus derivados, dejarán de encontrar lugar en el mercado; si solo consumimos ecológico, ocurrirá lo mismo en la alimentación; y si dejamos de consumir innecesariamente, el equilibrio será más fácil. Debemos poner conciencia a cada pequeño acto. Y mientras tanto (o en paralelo), seguir presionando a los Gobiernos para que tomen decisiones. Los cambios de la COP no sustanciales y esto se acaba. El deterioro del planeta es claro y palpable. Yo lo siento cada día cuando voy al colegio; todos podemos sentirlo. Hay que entender que el medio ambiente y el cambio climático están unidos por una irresponsable actividad humana y están traspasando fronteras, como la pandemia se ha encargado de demostrarnos. Todo provocado, en gran parte, por la falta de respeto que tenemos hacia la biodiversidad.
A título personal, trabajo con toda mi pasión en dos ejes. Uno, justamente, es el de devolver la dignidad y el respeto a los seres vivos, a esos animales que tan necesarios son para que los ecosistemas saludables. Mi campaña para prohibir los delfinarios en España con el #Noespaísparadelfines evidencia que tenemos que empezar a mirar hacia los animales. Si conseguimos que la propuesta de ley se apruebe como se ha hecho en otros países, esto sentará un precedente muy importante para seguir luchando por los derechos de otros animales que también están encarcelados y privados de la libertad que merecen. Por otro lado, mi segundo eje concibe la concienciación sobre los océanos, actuando en mi Mediterráneo para liberarlo de plástico y la llamada basuraleza. Todo ello a través de la educación y la sensibilización.
¿Cómo se puede involucrar a los jóvenes en el activismo ambiental? ¿Qué consejos les darías a aquellos que se sienten decepcionados y caen inevitablemente en la inacción?
La única manera de involucrar a los jóvenes en el activismo ambiental es desde la educación y a través de la concienciación. Es fundamental que los jóvenes sintamos que tenemos un papel importante en este planeta maltratado que hemos heredado. Que las cosas se hayan hecho de una manera no significa que nosotros giremos la cara al grave problema medioambiental que tenemos en la actualidad. No podemos seguir con los mismos hábitos destructivos –y autodestructivos– que nos han llevado a esta situación de casi no retorno. Para ello, es importante que nos motivemos. Hay un montón de material, de documentales, de películas, de ponencias… que ya son muy constructivos y que te hacen movilizarte. Yo que tengo 14 años y echo de menos que la educación ambiental no haya venido desde la propia escuela y que en mi entorno sea de las pocas personas concienciadas. Por suerte, mi familia siempre lo ha estado. Pero aún así, me gustaría que la balanza cambiara y que ‘los raros’ fueran aquellos que pasan de todo. En este sentido, la COP26 ha demostrado que cada vez hay más gente joven que quiere tomar partido y que se están ‘mojando’ por conseguir un mundo mejor. También creo que, como en mi caso, coger causas específicas no solo nos hacen liderar los movimientos correspondientes, sino que nos motiva y nos enriquece enormemente. Yo he escogido luchar por los océanos y por los derechos de los animales con mi campaña, a través de la que intento concienciar y demostrar que lo que estamos haciendo con los animales es una aberración.
A los jóvenes que se sienten decepcionados y caen en la inacción, les diría que no es momento para decepcionarse, y no es momento para caer en la inacción. Hay que coger esta situación desde lo positivo. Nunca es tarde, hemos de luchar por el presente y por nuestro futuro. No nos podemos quedar plantados de brazos cruzados sin hacer nada observando cómo la situación empeora. Hay que actuar ya, porque nos los jugamos todo. Nos jugamos el presente, pero, sobre todo, nuestro futuro.
De hecho, los jóvenes ya estáis influyendo en la política. ¿Qué crees que es lo más urgente a cambiar?
No sé si estamos influyendo en la política. Sirve de poco que me vaya cada día al zoo de Barcelona con una pancarta si los políticos no cambian la ley. Más que influir, estamos intentando gritar la necesidad de cambio, de respetar a nuestro planeta, es decir, flora y fauna, tanto marina como terrestre. También el aire que respiramos. Es urgente cambiar nuestra forma de consumo absurda y descontrolada; es urgente cambiar a nuestros políticos si ellos no hacen nada, si no quieren liderar que es para lo que han llegado a sus cargos, porque –y me remito a la ciencia– ya hay demasiada evidencia: pandemias, clima extremo, la pérdida de las estaciones del año, los bosques, las desigualdades… Todo. No podemos seguir haciendo las cosas como las hacemos hoy en día. Nuestros ecosistemas están muriendo. Lo más urgente es cambiar de forma rápida, ágil y lógica los pensamientos, las acciones, pero, sobre todo, el sistema. Podemos empezar por escuchar a la ciencia y escucharnos a los jóvenes, porque tenemos mucho que decir, porque es ya nuestro presente y sin duda un futuro muy cercano. Este problema lo hemos provocado nosotros, los humanos, y solo nosotros podemos y debemos solucionarlo. No hay que sentarse a esperar un milagro. Los milagros no existen. Esfuerzo y persistencia sí. Si no protegemos a la naturaleza, no nos podemos proteger a nosotros mismos.